viernes, 12 de septiembre de 2008

Eso que llaman crecer...

La nostalgia no entiende de kilómetros, de distancias, de países. La nostalgia se alimenta de años, y por desgracia envejecer es un camino en una sola dirección: permite mirar hacia atrás, pero siempre se camina hacia delante
Yo a menudo echo la vista atrás y me pregunto qué queda de nosotros, esos que nos sentábamos en un banco del parque sin más excusas que una bolsa de pipas para pasar la tarde. Estábamos en los albores de una juventud que no sabíamos dónde nos iba a llevar, pero todos soñábamos con hacer de nuestra vida algo grande
Todos, de alguna manera u otra, lo conseguiremos. Pero ya no somos los mismos. No podemos serlo. Un buen día llenamos las maletas con un puñado de preguntas sin respuesta y nos fuimos de aquel pueblo que conocíamos como la palma de nuestra mano. Dejamos atrás aquellas calles en las que nos pelábamos las rodillas detrás de un balón, las farolas bajo las que dimos nuestro primer beso, el coche sobre el que lloramos apoyados porque ella se fue.
Así, con un montón de dudas y apenas alguna certeza, me sumergí en las calles de Madrid para convertirme en alguien completamente distinto. El hambre de una ciudad que se alimenta de sueños fue limando mi carácter, mis ideas, mis pensamientos, incluso mis sentimientos, hasta convertirme en lo que soy. No fui el único, ni tampoco la ciudad fue exclusivamente mía. Da igual lo que creamos, una ciudad como Madrid nunca forma parte de ti. Somos nosotros los que formamos parte de ella.
A mí me pasó allí, los demás se forjaron en otras calles, con otras gentes. Recibieron otros golpes, pero el resultado fue el mismo: salieron transformados. Aun así, de vez en cuando, volvemos a esas calles que nos vieron crecer, en las que fuimos reyes por un día. A menudo, una cerveza se convierte en una razón de sobra para encontrarnos y comprobar cómo hemos cambiado, adónde nos ha llevado el futuro. Son los años los que han dictado las líneas de nuestra vida.
Pero ninguna ciudad, ninguna experiencia, nadie, ha podido borrar del todo lo que un día fuimos. Quizá no podamos repetir aquellas risas sin motivo, pero aún queda algo de aquella luz en el fondo de nuestra mirada. El futuro no podrá arrebatarnos lo que fuimos algún día. No podemos repetirlo, pero tampoco lo olvidaremos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ya por fin en el nuevo blog. Perdón si he tardado tiempo en actualizar tu enlace... La demnecia senil es lo que tiene.
Me hace gracia, porque muchas veces lo pienso. Que cuando vuelvo a mi ciudad... nada tiene sentido... pero siento que es allí de donde salí, me siento tan ligado... y eso que soy un desarraigado de cuidao. Bueno, ya sabes que cada vez me voy alejando más y más... pero bueno. A ver cuando hay tiempo para echarse una cerveza a la mala salud que nos trajo Madrid.

Anónimo dijo...

hola nachete, he recordado tu blog y me has hecho emocionarme...reflejas tan bien eso que todos, alguna vez sentimos, hacia un lugar al que estamos vinculados, hacia alguien a quien añoramos y formó un dia parte de nuestra vida, hacia una canción del pasado, una historia de ayer...me flipa como escribes nene.
tqmucho.fati.

Juan Ignacio dijo...

Nacho:
Anonadado estoy de este texto y del que se titula Requiem. Me han gustado mucho y tienes algunos párrafos muy buenos. Son tristes pero reflejan muy bien la vida, que es triste salvo cuando no lo queremos. Tenemos que hablar tu yo de que escribas un relato junto con otros colegas y publicar un libro. Hablo en serio, ya hemos sacado uno.